(Reflexiones del Padre Juan Jaime Escobar )
Voy a comenzar con una poesía de Miguel Hernández, el gran poeta español. Dice así: <
A quién no le ha llegado alguna vez el dolor, quién no ha sufrido?. Sófocles advierte al final de su bellísima obra Edipo rey, que nunca deberías llamar a nadie feliz, hasta que no conozcas su último día, porque puedes pensar que todo le sale bien, que es feliz, puedes pensar que alguien nunca ha tenido reveces, que no ha tenido dificultades, y sin embargo hasta que no conozcas su último día, no sabrás realmente la respuesta, porque a todos, lo cierto es que tarde que temprano, nos llega ese perro fiel pero importuno de la pena, del dolor.
A quién no le ha llegado el dolor?, uno siempre piensa a la larga que nadie sufre como uno sufre, uno mira a los demás y hasta a veces termina deseando la suerte de los demás, esos que tienen un matrimonio que funciona, ésos demás que tienen dinero en la casa, que tienen trabajo, tienen los padres y los hijos vivos, ésos demás que no tienen un drogadicto en la casa, que tienen salud. Y uno siempre piensa que es uno el hombre o la mujer del dolor, que es uno el que sufre y que a los demás pareciera que les va mejor en la vida, que el día que repartieron las suertes de la vida a uno le toco el dolor y a los demás el descanso, a uno le tocaron las lágrimas y a los demás la alegría. sin embargo, lo cierto es que nosotros somos los demás de los demás y por eso nosotros somos ésos que los demás creen que no sufren, y que nosotros aquí adentro, adentro sabemos que también sufrimos, porque díganme ¿quién no conoce el dolor, las lágrimas, el sufrimiento?.
Todos los que estamos aquí nacimos un día desnudos, cubiertos de sangre, llorando, con frío, bienvenidos a un mundo con demasiado sufrimiento y desde entonces hasta hoy, nada ha sido realmente fácil, todo ha costado, todo en el fondo es difícil, este mundo es el de la dificultad, en el que la gente crece a través del sufrimiento, nosotros crecimos en él: nacimos llorando, aprendimos a caminar cayéndonos sobre nuestras rodillas y estrellando nuestro mentón contra el duro piso, entre lágrimas nuestros papás nos reincorporaban y nos decían: sea machito mijo, sea verraquita mija, camine un pasito más, y tuvimos que superar las lágrimas y los miedos para andar los primeros pasos de la niñez. Luego aprendimos a correr y a jugar, llegando con las rodillas rotas donde nuestra mamá para que nos las limpiara con mertiolate, nos diera sus cariños y un poquito de agua oxigenada, mientras a nosotros se nos asomaba una lágrima por el ladito del ojo.
Luego no fue fácil separarnos de casa para ir a estudiar, no fueron fáciles los años del colegio, aunque cuando uno mira para atrás a uno le parece que los problemas del colegio no eran problemas: que si unos sacaba uno, que si no llevé la tarea, que si la profesora me regañó… ahora a uno no le parece que esos son problemas al lado de la dificultad que trae la vida adulta, sin embargo, recuérdenlo bien, cuando uno tenía siete años, esa nota que enviaban a la casa o esa calificación baja, eran suficiente dolor para llenar de lágrimas el rostro del niño o la niña que un día fuimos.
Y cuando fuimos creciendo un poco más, abrimos nuestro corazón a la experiencia de los primeros amigos, las primeras amigas, y cuanta alegría y cuanto gozo llegaron con esos amigos de la infancia, que luego se volvieron los amigos de la adolescencia, para uno enterarse más tarde que a veces los amigos te hacen bromas pesadas, que a veces te dicen cosas que duelen, traicionan, que a veces te decepcionan y que también te pueden romper el corazón, cuantas lágrimas de adolescencia, cuando uno creía que estaba solo o sola, cuando uno creía que nunca una niña se iba a fijar en uno o que un muchacho nunca se iba a interesar por uno.
Al fin terminó la época de colegio y cuando uno creía que había tocado el cielo con las manos, venía la dificultad de la época de la universidad o del trabajo, cada hijo que hemos traído al mundo, ha llenado nuestros ojos de lágrimas de alegría y de tristeza, acaso le duele a mi hijo una muela sin que me duela a mí, acaso se enferma sin que yo me enferme y tenga que guardar su sueño junto a la cama, a la larga toda la experiencia humana es dolor, creemos que los demás no sufren y que sufro yo, porque todos creemos que no podrá con la pena mi persona, circundada de penas y de cardos, y todos tarde o temprano llegamos a pensar, tanto penar para morirse uno.
Toda casa está pintada por la pena, toda vida está salpicada de dolor y aunque todos creemos ser los únicos en sufrir lo que sufrimos, en verdad todos tenemos la casa pintada de sufrimiento, es más, nunca consideren que el dolor de ustedes es más grande que el de los demás, ustedes no viven en el corazón de los demás. Cada dolor por minúsculo que se vea desde fuera es gigantesco vivido desde dentro, el dolor siempre se vive en la misma intensidad: la máxima, nunca hay dolores pequeños, tal vez los vistos desde fuera por quien no está sintiendo ese dolor, pero desde adentro el dolor se siente con la misma intensidad.
El caso del adolescente que llega con el rostro en lágrimas a la casa y lo esconde de la mirada escrutadora de la mamá, pero como la mamá se entera de todo y siente en el ambiente que a su hijo algo le ha pasado, insiste le toca la puerta, abre Federico, dígame qué le pasa y entra la mamá y lo vé con los ojitos rojos, mi amor qué le sucedió?, él responde: «no nada, no nada»; porque algo le dice que ella no entenderá. Y cuando ella insiste, al final el muchacho deja de tragarse las verdades y le dice: mamita lo que pasa es que Diana me pidió un tiempo, porque está confundida y yo sé que eso significa que me va a terminar, y estalla en llanto. y a uno le parece que ese llanto es tan tonto, al lado de que papá está sin trabajo desde hace cinco meses, al lado de la muerte de mi mamá que murió de un cáncer o del hermano drogadicto por el que no se ha podido hacer nada y entonces llego desde fuera y le digo: no le pare bolas mijo, que mujeres hay muchas. Y él desde dentro capta que yo le puedo querer, pero que no le puedo entender su dolor, porque el dolor siempre tiene la misma intensidad: la máxima.
El dolor no tiene estrato, en la vida cotidiana colombiana para enviar los impuestos y organizar nos hemos inventados la ficción de los estratos, los que sufren: 1, 2, más o menos tres y los que no sufren 4, 5 y 6. Realmente es así? No es así, todos lo sabemos, no importa lo hermoso que sea tu apartamento, está pintada por el dolor, toda existencia humana está pintada de sufrimiento y nunca digas que a ti no va a tocar el dolor, tal vez no te haya tocado todavía, prepárate y agarra fuerzas, porque cuando llegue, llegará con la intensidad con la que siempre llega: con la máxima. El dolor todo lo rompe, el ser humano es muy inteligente y ha hecho muchas cosas en técnica, ciencia, filosofía…. y sin embargo hay una sola cosa que el ser humano no puede soportar: la pena. Cualquier otra cosa la podemos explicar, por ejemplo los científicos nos pueden explicar cómo surgió el universo hace quince mil millones de años. Pero por qué sufro, por qué me tocó lo que me tocó, por qué a mi hijo le pasó esto, por qué mi mamá, por qué mi esposa, por qué a mí, por qué mi casa. Para esa triste pregunta no tenemos respuesta, siempre el dolor nos vence, todo lo rompe, todo lo destroza, no deja nada en pie, no importa que bien construido tengas todo, tienes una familia preciosa y cuando llega el dolor en forma de enfermedad, droga, secuestro, suicidio… y esa vida preciosa se rompe en mil pedazos.
Recuerdo que hace varios años nos conmovimos muchísimo con una familia, eran muy pudientes, estaba conformada por papá, mamá e hijo, una familia hermosa, todo funcionaba maravillosamente bien, un hombre trabajador, bueno, amante de su esposa, un hijo maravilloso que había estudiado hasta ése momento en un buen colegio y había sacado siempre las mejores notas, estaba en grado séptimo, también bien plantado, y una mamá querendona, maravillosa. Todo estaba bien, hasta un martes del mes de mayo, esa noche la familia comió junta como lo hacían todas las noches, se despidieron después, la mamá fue a la pieza del muchacho, le dio un beso y lo acostó, y se fueron papá y mamá a dormir a su habitación, a eso de media madrugada ( tres de la mañana) el papá se despertó sobresaltado y encontró muerta a su lado a su esposa, de un infarto que no le dio ni siquiera oportunidad de avisar, el recuerdo del muchacho era el de su papá con la mamá en brazos, golpeando la puerta de su habitación y diciéndole: mijo despierte, su mamá se nos murió. Y se nos rompió la perfección, el muchacho nunca pudo volver a sacar buenas notas, terminó saliendo del colegio y comenzó a meter droga y el papá tomando trago. Nunca llames a nadie feliz, cuando el dolor llega, todo lo rompe, no deja nada en su sitio, todo lo hace mil pedazos, rompe nuestras relaciones con los demás, nos podíamos amar hasta algunos minutos, pero cuando llega el dolor que difícil quererme con los demás, no me digan que hay veces que ustedes sienten que nadie puede entenderles el dolor y cuando hay alguien que te ama y busca interesarse por ti, tu le dices, no nada quiero estar solo, porque el dolor rompe las relaciones, rompe el éxito profesional: cuantos eminentes profesionales que colapsan cuando llega el dolor.
Uno de los grandes hoteles de Medellín guarda una historia triste. Había una bellísima modelo en Medellín que había triunfado, reconocida en revistas, la llamaban de todas partes, pero cuando al pasar de los años como se hizo tan reconocida ya la llamaban poco y buscaban mejor a niñas más jóvenes, con imágenes más frescas y ella que llevaba una vida bastante cara por la ropa y su imagen, y como ahora era llamado poco, lo último que hizo fue tomar su carro, ir a un hotel de la ciudad, alquilar una habitación, subir a uno de los últimos pisos y lanzarse al vacío, porque el dolor rompe el éxito profesional, rompe nuestra confianza en los bienes materiales. Cuando tu hijo se está meriendo de que sirve tener una acción en un club, de que sirve una narcotoyota parqueada afuera de la puerta de la casa, o tener no sé cuantas cuentas corrientes, si nada puede comparar, ni un minuto de vida para tu hijo que se está muriendo, entonces se nos rompe nuestra fe en las cosas, en las que hemos muchas veces puesto la esperanza de una vida feliz, pero de qué sirve si mi esposa se está muriendo o mi mamá se está despidiendo de la tierra.
El dolor, rompe nuestra fe en nosotros mismos, porque uno está acostumbrado a confiar, en sus capacidades, en su inteligencia, en su solidez, seguridad. Es más la adultez nos lleva a confiar en nosotros mismos. Por ejemplo, cuando uno se estrella en el carro uno aprende a tener miedo, antes parecía Juan Pablo Montoya, pero cuando algo malo sucede uno aprende a desconfiar, cuando me roban, se rompe la fe en nosotros mismos, en los demás, por culpa del dolor, cómo volver a creer en los demás cuando nos engañan. Cuando alguien me decepciona cómo volver a creer en él. O a las mujeres cuando son engañadas por el hombre de su vida les cuesta volver a creer en el amor, por eso no es extraño que muchas mujeres decidan no volverse a enamorar, decidan volverse las eternas amantes de su hijo o de su hija con el único deseo de sacarlo a él o a ella adelante, renunciando para siempre a un hombre, porque los hombre siempre engañan (dicen ellas) porque los hombre te prometen parajitos preñados y después lo dejan a uno preñado (dicen ellas).
El dolor rompe la fe en las demás personas, en la vida, todo niño que llega al mundo llega con ganas de vivir, por eso extiende las manitos para conocer el mundo y por eso llora puntualmente a la hora del hambre, porque quiere vivir, saltar, cantar, gritar, queriendo ir al colegio, queriendo aprender las primeras letras, queriendo leer, pero a medida que va pasando la vida y se va encontrando con el dolor, uno de las cosas que va perdiendo es las ganas de… correr, cantar, escribir, leer, estudiar… qué hay detrás de la pereza de un adolescente por estudiar?, vas al colegio y te dicen: Federico no lee. Usted va a la casa y le dice: amor por favor estudia, toma un libro… pero las tareas pesan, los libros pesan, por eso ha descubierto a los 13 años que la vida no es tan entretenida como se la habíamos pintado. Tal vez una novia por un instante le vuelva alumbrar el firmamento y le vuelva a dar ganas de vivir, al menos pa’ la novia, que hay si se arregla y sale feliz; pero cuando esa muchachito lo despache o cuando se entere que Natalia se encarretó con Sebastián, sabrá que ahí tampoco se escondían las ganas de vivir y muchos adolescentes hoy en día piensan que no vale la pena vivir la vida. Hoy la gran mayoría de suicidios son de menores de 20 años, porque el dolor rompe nuestras ganas de vivir.
El dolor rompe la esperanza, el principio, la fortaleza, la fuerza que mueve en el fondo la vida es la esperanza, uno se levanta en la mañana con la esperanza que el día de hoy será mejor, todos tenemos esperanza, la esperanza es la energía que mueve un corazón, un pueblo, que mueve a la humanidad, por esperanza se elige un presidente, por esperanza seguimos adelante, pero cuando llega el dolor se rompe la esperanza y uno ya no cree que el mañana va a ser mejor y tanta gente habla hoy en día que el futuro va a ser oscuro, de que para qué, el mañana va a ser peor que el hoy, va a haber más violencia, menos agua, más pobreza, la economía colombiana se va a hundir y se rompe la esperanza, el dolor rompe la esperanza y el amor, que difícil amar a una persona adolorida, uno intenta llegarle pero la persona está enconchada en su dolor y uno intenta arroparle, consolarle, alegrarle pero la persona no se deja y por eso la gente que sufre muchas veces se queda sola, porque se le extingue la capacidad de amar.
Y por último, el dolor nos rompe la fe en Dios, uno llega a creer que Dios no se acuerda de nosotros, por qué a mí me pasa esto, porque precisamente a mí y entonces uno llega a pensar varias cosas: o que alguien allá arriba en el cielo está repartiendo dolores y alegrías y a mí me repartió los dolores, a otros les repartió las alegrías. Y uno se pregunta: hey hermano con qué criterio usted reparte las cosas? Acaso yo no le voy a sus misas? Hey pero contéstame pues: ¿no he comulgado, no hice la primera comunión con fe, no te he rezado el rosario y por qué me sales con estas?. Y uno protesta contra Dios: ¿por qué esta repartición de dolores tan poco equitativa, por qué la ley del embudo: a otros tantos y a mi tan poco?, a otros tan poco dolor y a mí tanto. O lo segundo que uno llega a pensar, es que tal vez Él no me lo mandó, pero dónde estás cuando te necesito: a ver dime, contéstame o tu crees que yo puedo con este dolor solo, dónde estás para que me cargues, para que mes sostenga, me des ánimo, me cures, para que recompongas lo roto, para que traigas al que se marchó? Dónde estás?. Pero nos contesta el vacío de los muros de nuestra casa y él no responde entonces uno llega a pensar que nos abandonó. La mayoría de la gente pierde la fe por culpa del dolor.
Se dice que Jean Paul Sartre, el filósofo Francés, perdió la fe de una manera muy llamativa, fue una cosa muy curiosa, cuando él estaba pequeño se metió al baño e hizo una travesura, parece ser que hizo un pequeño incendio y él dice que en ese momento sintió que Dios lo estaba mirando y culpando de lo que estaba haciendo y por tanto en ese momento tomó la decisión de no volver a creer en Dios, hasta el final de su vida. En una de las últimas entrevistas que concedió, la periodista le preguntó: ahora al final de su vida, usted todavía se considera ateo, y él respondió algo muy bello: sí por principio filosófico yo no puedo creer en Dios, pero ojalá no fuera así, para no morir con la angustia con la que muero.
Cuantos niños cuando son pequeños no les cuesta para nada creer en Dios, juntico a la cama, las manitos pegadas, orando, te pido por papito, te pido por mamita, bendice a mis hermanitos, es el mundo maravilloso de la fantasía, de los niños pequeños a los que protegemos del dolor, porque si ustedes se fijan, la labor de padres, maestros y mayores, la labor que mejor desarrollamos en la edad en que los niños están creciendo, es protegerlos del dolor, hasta les doramos la píldora, logramos llegar a suavizarles las noticias, en vez de decirles que la abuelita se está muriendo, le decimos que la abuelita está un poquito malita, en vez de decirles que la abuelita se murió les decimos: la abuelita se fue para el cielo, en vez de decirles que el papá y la mamá no se quieren, se van a separar y el papá tiene otra, le decimos: mi amor, papito y mamita se van a tomar un tiempo, papito tiene problemitas, mamita también, lo que mejor hacemos es proteger a los niños del dolor, pero cuando dejan de ser niños, cuando los vemos fuertes por fuera, cuando vemos que se les estiran las piernas y se les agranda el tórax, cuando creemos que ya son capaces de resistir el dolor, entonces dejamos de suavizarles las noticias, la abuela se murió y se murió porque no la atendieron bien los médicos y su tía está enferma de cáncer y esta vida es una porquería, y su papá me dejó por otra, y no hay trabajo, y este país se lo llevó el que sabemos, y hay un montón de violencia y este país está acabado…
Y todas esas noticias llegan al mismo tiempo con el examen de álgebra, con el de geometría, con la niña que no le para bolas, con el muchacho que jugó con su amor, entonces se le rompe Dios, este mundo no era precioso, este mundo no era maravilloso, este mundo duele, umbrío por la pena y pena es ayuno, cuanto penar para morirse uno. Se le rompe el corazón y por eso el dolor es la experiencia angustiosa de la ausencia, también Jesús lo sintió.
Nos dice el profeta Isaías, miran que muy posiblemente esto se podría decir de cualquiera de nosotros, “mi siervo tendrá éxito, subirá y crecerá mucho, como muchos se espantaron de él, porque desfigurado no parecía hombre, no tenía aspecto humano, así asombrará a muchos, ante él los reyes cerrarán la boca al ver algo inenarrable y contemplar algo inaudito, creció en su presencia como un brote, como raíz en tierra árida, sin figura, sin belleza, lo vimos sin aspecto atrayente, despreciado, evitado de los hombres, varón de dolores, acostumbrado al sufrimiento, ante el cual se ocultan los rostros, despreciado, desestimado, soportó nuestros sufrimientos y aguantó nuestros dolores, nosotros lo estimamos leproso, herido de Dios y humillado, él fue traspasado por las rebeliones, él fue triturado por nuestros crímenes, todos herrábamos como ovejas, cada uno siguiendo su camino y el Señor cargó sobre él todos los crímenes, maltratado, se humillaba y no abría la boca, como cordero llevado al matadero, como oveja muda ante el esquilador, enmudecía y no abría la boca, sin defensa, ni justicia lo arrancaron de la tierra de los vivos, por los pecados del pueblo lo hirieron, varón de dolores” (Isaías 52, 13 - 53, 12)
También Jesús lo sintió, ustedes lo han escuchado muchas veces en la narración de la pasión, dice la narración de la pasión que “a medio día el cielo se cubrió de nubes y sobre todo el orbe se extendió una oscuridad inmensa y entonces Jesús mirando al cielo gritó…” piensen ustedes lo que significa en ese momento la vida para Jesús, tiene los brazos abiertos entre el cielo y el suelo, está ahí por amor, está ahí por haber predicado el reino de Dios, está ahí por haber anunciado las bienaventuranzas, está ahí por los milagros con los leprosos y por devolverle la vista a los ciegos, está ahí él que ha anunciado la verdad, en un patíbulo muriéndose, el que todo lo ha hecho por amor, está en el castigo más fuerte del imperio romano, muriendo como un esclavo, a las afueras de la ciudad, rechazado más allá de los muros, traicionado por su propio pueblo, olvidado por sus propios amigos, abandonado por los que unos días antes estaban con él y entonces mira a los cielos y los cielos están llenos de nubes, mira a los cielos y están encapotados, él también quiere hacer la pregunta que nosotros nos hacemos, él también siente que cuando llega el dolor quiere tener una respuesta, él también quiere tener la certeza de que Dios está con él, al fin de cuentas él había dicho que Dios era Padre y entonces mira al cielo y de sus labios sale un grito terrible: “Dios mío, Dios mío, por qué me haz abandonado?”.
Y no hubo respuesta, ustedes lo saben muy bien, al pie de la cruz las risas de los fariseos y algunos comentarios: hey está llamando a Elías y alguien dijo, tráiganle una esponja con vinagre a ver si viene Elías a auxiliarlo, pero nadie respondió. Lo que Él había dicho era el salmo 22, un salmo que quizás en momentos de angustia, muchos hemos dicho: “Dios mío, Dios mío, por qué me has abandonado?.no te alcanzan mis clamores ni el rugido de mis palabras, Dios mío de día te grito y tu no respondes, de noche te grito y tú no haces caso, en ti confiaban nuestros padres y tú los ponías a salvo, a ti gritaban y quedaban libres y no los defraudaste … pero yo soy un gusano, no soy un hombre, soy vergüenza de la gente, el pueblo al verme se burlan de mi, dicen: se confió al Señor, que lo salve si tanto lo ama, fuiste tú quien me sacó del vientre, me tenías confiado en el seno de mi madre, desde allí pasé a tu manos y tú fuiste mi Dios…”.
Sin embargo, la fe cristiana no es tanto una fe para la bonanza, los buenos tiempos, sino una fe para la aflicción, para el dolor, para la persecución, para la cruz. Les voy a dar una clave, ustedes saben cómo se escribieron los evangelio, uno cree que se escribieron en orden, es decir que in día se sentó Mateo empezó por la primera letra y terminó con la última. No los evangelios se escribieron al revés, porque al principio los primeros cristianos no vieron necesidad de escribir y el anuncio se transmitía con palabras, eso era lo que se llamaba Kerigma, el anuncio primitivo, la buena noticia de que el Señor resucitó. Pablo ve la necesidad de escribir porque las comunidades necesitaban un mensaje, a los cristianos que estaban sufriendo, porque no es fácil ser cristiano, porque lo que hay es dolor, rechazo (de los judíos, de los romanos), persecuciones, una fe que tiene que ser vivida casi en la clandestinidad para no ser ajusticiados, en medio de todo esto los cristianos se reunían los domingos a compartir el pan y recordaban una historia (Cuál historia fue la que recordaron?) , y lo primero en recordar fue la pasión y muerte de Jesús, se acordaron que yo sufro, él sufrió primero, se acordaron que a mí me duele, a él le dolió antes, se acordaron que yo estoy muriendo, él murió por mí, y escribieron los evangelios, no para iluminar la alegría, sino para iluminar el dolor, es una fe para encontrar la esperanza en medio de nuestra casa pintada de dolor.
Podemos descubrir a Dios en la ausencia, el dolor nos puede mostrar el rostro de Dios, recuerden la hora más oscura es la que está más cerca del amanecer, la casa pintada de dolor es también la casa pintada de esperanza. Tal vez sea más fácil encontrar a Dios en la alegría, en esos momentos de dicha…, pero vamos a descubrir a Dios en el dolor, en medio del vacío, las desgracias, el sufrimiento porque todavía tengo la esperanza.
Seguiremos el siguiente esquema: la visita del ángel del dolor, de trampas y evasiones es decir, entrar en el dolor de cada uno, luego todas las cosas que hacemos los seres humanos para jugarle sucio al dolor, para zafarse, las huidas, trampas que uno se inventa. Al final, no nos dejes caer en la tentación.
1. La visita del ángel del dolor
El dolor tiene muchos rostros y puede llegar de muchas formas, solemos creer felices a los demás simplemente porque son jóvenes o fuertes o bellos o exitosos o ricos. No sabemos de los dolores del alma que cada quien lleva por dentro, saben yo soy muy de malas, porque la gente me ve y me dice: padre usted muy bien no es cierto. Y tu que sabes. Uno juzga por la apariencia externa, uno ve llegar una persona rica y uno dice, este no sufre, es más a uno le da rabia que este no sufra: mira ahí llegó bien encopetada, bien peli morada, ahí donde la ve finca en no sé donde, una casa hermosa… a uno le parece que los demás no… mira aquel tan bonito, la niña maravillosa proporcionada, 92, 62, 102, es que así les gusta a los hombres, y uno dice estos no sufren, no como a uno que le tocó ser uno. Juzgando siempre desde fuera, pero tu que sabes, tú no estás adentro, tal vez vivo en el apartamento estrato 8, tengo piscina en la casa y qué… tengo un hijo con leucemia, a lo mejor me pido tu casa en el barrio de la comuna, pero tú tienes tu hijo sano, tú que sabes… todos tarde o temprano nos encontramos con el dolor.
Los rostros del dolor, miren voy a hablar de los diferentes tipos de dolor que hay, espero que no me falte ninguno, si me falta ustedes lo ponen, al padre le faltó este, porque a lo mejor el que me falta es el tuyo, claro porque nosotros inventamos los dolores de cada uno, uno llega: “hay mijo, usted no sabe”, ”todo el mundo dice, hay padre tan bueno usted siempre tan contento, pero usted no sabe”
Hablemos de los diversos dolores, primero el dolor estructural, el dolor por el solo hecho de ser seres humanos, este es un dolor muy impresionante, los filósofos existencialistas lo llaman el dolor de ser arrojado en el mundo y la angustia de asumir esa realidad que uno no pidió, quien de nosotros pidió nacer, ninguno, se le ocurrió a otros, tan graciosos no? …nos podían haber pedido permiso o autorización no?, pero no, nos trajeron a este mundo sin que nosotros lo pidiéramos, no solo eso, quién de nosotros pidió ser quien es, porque una cosa es que nos den la vida pero al menos nos hubieran dejado elegir, hubiéramos podido elegir, miren todas las cosas que hubiéramos podido elegir: hubiéramos podido elegir cultura, papá y mamá, familia, hubiéramos podido elegir sexo, rasgos, genética…
Quién se inventó el metabolismo?
Yo creo que cuando lleguemos al cielo si le vamos a hacer reclamo a Dios, y no voy a ser el único, eso va ser una fila, va a llegar el cocodrilo y le va a decir: muy bonita la bocota… va ir el elefante, y tu pa que me pusiste este moco tan incomodo… va a llegar la jirafa, el cuellito tan gracioso que se le ocurrió no?...van a ir los gordos… después va a ir la gallina y va a decir: no señor, arreglemos esto o me achica el huevo o me agranda el rabo pero así no puede ser. Es el dolor estructural, no pedimos vivir, no pedimos ser quienes somos, no pedimos tener nuestro carácter, no escogimos nuestra orientación sexual, no escogimos nuestra historia, nuestros padres, nuestros recuerdos, no escogimos lo que nos pasó. Estamos arrojados en la existencia, arrojados a la vida sin poderlo cambiar. A uno lo dejan después elegir tonterías, elegimos el tamaño de la pizza, elegimos el color del carro, pero lo importante que era quienes somos no nos lo dejaron elegir, y nos tocó ser lo que somos. Aquí hay más de uno que le toca vivir con su carácter así disparado, muy querido, Jorge es muy querido, eso si se sube como un fosforito, y pobrecito Jorge no puede cambiar el fosforito, al otro le toco tener pecueca, el otro ronca, la otra pobrecita es toda envidiosita, y la otra toda vanidosita y el otro todo amargadito. Cambie eso si puede, es la experiencia de estar arrojados en el mundo, es un gran dolor y es un gran dolor porque es irreparable, no podes hacer nada pa’ cambiarlo, puedes cambiar bobaditas: perfeccionar la nariz, meter las orejitas, hinchar el busto… pero segues siendo tu, eso no lo puedes cambiar, no hay operación que te cambie eso. Podes hablar ocho años con un psiquiatra y lo único que te va a enseñar, que será de gran ayuda, es a que aprendas a vivir contigo mismo, pero no se puede cambiar a sí mismo, eres quien eres y tienes la historia que tienes, cuantas veces uno va a contar la historia a la persona que me comprende y uno la va a contar con la ilusión que esa persona le va a cambiar a uno la historia y lo único que hace esa persona es enseñarme a vivir con esa historia, pero la historia no cambia, los recuerdos no cambian. El recuerdo de la familia separada, del hombre que me violó permanece siempre, el recuerdo del hombre que me prometió mil amores y después me rompió el corazón permanece en mi historia, el recuerdo del hijo que se marchó, del padre que nunca me abrazó, el recuerdo no cambia, permanece siempre en la historia, eres lo que eres.
2. Segundo dolor: el acaso
El acaso es lo que no debería haber pasado pero pasó. En filosofía, se habla fundamentalmente de tres grandes dolores: culpa, acaso y muerte. El acaso es el hecho de que nosotros no controlamos la vida, las cosas suceden por acaso, por casualidad. Fíjense ustedes, mandan por la mañana pal colegio, para que, para que le caiga en la cabeza el techo de la escuela? No, pa’ que aprenda, pero a un niño en Cúcuta le cayó en la cabeza el techo de la escuela, ese es el acaso, nadie lo planeó y pasó, también pasó hace poco en Italia, el acaso. Saliste de la casa en el carrito convencido que venias pa’ una conferencia, te despediste de los tuyos y hasta les dijiste la hora que llegarías… pero ustedes que saben, a lo mejor nos atropella un carro…todo puede pasar y no tenemos control de ello.
Se puede explotar el Machín…
Ustedes saben que hay unas leyes que se llaman las leyes de Murfi, la principal dice que todo lo que pueda fallar, fallará. Y les voy a decir algunas de las leyes de Murfi, las más prácticas: las llaves siempre están en el último lugar donde las buscas, y estás untando una tajada de pan y se te cae, siempre se cae por el lado de la mantequilla, si estás haciendo fila en un banco, siempre la fila en la que tú estás se mueve más lenta que la otra y si te cambias la que se empieza a mover lenta es aquella a la que te cambiaste. Esas son las leyes de Murfi, todo lo que pueda fallar fallará. Lo que nadie quería que pasara pero pasó. Es el acaso, esa realidad que no podemos controlar, que no depende de nosotros…es la realidad que no debería haber pasado pero pasó.
3. Tercer dolor: Lo inevitable
Donde se revela nuestra impotencia, donde se ve lo que pasaría y no pudimos evitarlo. Por ejemplo, tu niña se cuadró con un pelafustán y tu comienzas a decirle: mi amor, ese muchacho no te conviene, ese muchacho te va a hacer sufrir y es como hablarle a una piedra. Y tu hija dice: mami tu no me entiendes, es mi vida, yo tengo derecho, etc…no lo pude evitar. Cuántas cosas que uno no puede evitar.
Cuando uno está en la calle y ves venir un bus que viene rapidísimo y va a envestir a una persona y no puedes hacer nada, pasó y no pudiste evitarlo, qué nos demuestra esto, nuestra impotencia.
El dolor de lo inevitable, ves que tu mamá se está muriendo y no puedes hacer nada, vas donde todos los médicos, hace cuanto remedio te dicen, le han hecho de todo desde el médico más excelente hasta el brujo más brujo, pero es inevitable que siga como está, es lo inevitable, no lo puedes cambiar.
La frustraciones, la decepciones. De lo que hacemos, uno comienza a hacer con ganas algo, pero llega el día en que no te interesa más. Uno tratando de educar bien a unos muchachos que mañana se irán y no me acuerdo. Los médicos que hacen todo por salvar una vida pero ven que ésa vida se van de entre sus manos sin que puedan hacer más, y además de eso son demandador porque por culpa de él fulanito se murió. Las decepción de lo que uno hace, de la carrera que uno inició con tanto esfuerzo pero no pudo terminar, la decepción de la ama de casa que intenta mantener todo en orden, pero se dio cuenta de que para qué tanto limpiar, para qué tanto cocinar si se olvidaron de mí, me cambiaron por otra, a mis hijos les gusta más la calle.
La decepción que es la más grande enfermedad de los hombres que anunciamos al Señor, es la gran tentación de los hombres que nos dedicamos a esto, porque muchas veces llegamos a cansarnos y decimos: no he hecho nada, he tratado de hacer tal cosa por tal comunidad y no se ven los resultados, y entonces uno entra en una decepción, que entonces uno se dice: para qué mis palabras sin no tienen un eco, no llegan a mover ni una fibra.
La decepción de lo que uno hace, la decepción de lo que uno es. De lo que uno era y ya no es, de las calificaciones que tenía cuando estaba en la escuela pero ahora ya no.
Las decepciones de los demás. Cuántas personas nos han decepcionado?, nos decepciona el jefe, un amigo o amiga. (yo le conté a Natalia mi amiga y ella me dijo que nunca lo iba a decir, pero me defraudó) uno se siente defraudado del amigo, en aquel que tanto confiaba y que llegado el momento en el que más lo necesité me dio la espalda, o me traicionó.
Alguien dijo, yo creo que la empresa más exitosa es aquella donde el número de socios es impar y menor de tres, claro: uno, porque así no peleas con nadie.
Alguna vez te ha decepcionado un hijo, una hija, tu papá, tu mamá, tu esposo o esposa (no te dijo que iba a estar contigo en la pobreza y en la prosperidad, en la salud y en la enfermedad, y que estaría junto a ti hasta que la muerte los separara y fue la moza lo que los separó) y entonces el rio de amargura y sientes que tu corazón se rompe en mil pedazos .
El fracaso, el fracaso de un estudio, de un trabajo, de un proyecto, de un amor, de una familia. He visto cómo algunos hijos le dicen a la mamá: mami sepárate, mami no aguantamos más, mami por favor, y la pobre mamá sin tomar la decisión y cuando toma la decisión lo hace ya por toda la presión que hay, y por qué es tan difícil tomar una decisión tal, simple: porque a nadie le gusta fracasar. Y al fin de cuentas separarse es decir: fracasé.
Cuántos han fracasado en intentos construir la propia empresa, y qué difícil es volver a empezar de un fracaso.
El fracaso de un sueño, el fracaso de un proyecto, de una ilusión. La memoria herida por el dolor pasado, casi todo nuestro dolor no es presente, miren, gran parte del dolor humano es un dolor que viene del pasado, del tiempo. Una de las realidades que más nos cuesta aceptar a los seres humanos es el tiempo presente, pasado y el futuro. La mayor parte de nuestros dolores son dolores del tiempo. Miren el montón de dolores futuros, cuáles son ésos dolores futuros, aquello que sufriremos por lo que va a pasar… ejemplo el muchachito o muchachita de catorce años que sufre porque aún no tiene novia… cuándo será: fresco hermano que a todo marrano le llega su noche buena. No digas de esta agua no beberé que con el precio que tienen las gaseosas. Uno sufre mucho por el futuro. Sufre por adelantado. Pero hay algo que debemos tener presente y es que ése tiempo aún no existe.
Muchos de nuestros sufrimientos son sufrimientos del pasado, pero la gran parte son aquellos que vienen del pasado, rara vez se está sufriendo por el presente, démonos cuenta que por más mal que estemos ahora estamos bien, pero qué inquieta nuestro corazón: los recuerdos, todos los acá presentes tenemos recuerdos: de decepciones, de historias. Muchos de los que estamos acá tenemos sufrimientos que están cumpliendo años.
Tenemos muy buena memoria para las cosas malas, para aquellas malas experiencias que en el pasado vivimos, en cambio para aquellas cosas buenas rara vez tenemos buena memoria, si acaso algo nos acordamos de aquellos momentos en los cuales la pasamos tan bien, mientras que en nuestra mente aún siguen registrados como si fuera ayer todo el mal que nos hicieron.
Tenemos un álbum de fotografías en la memoria, no es aquel álbum de los bellos momentos que a todos mundo mostramos, sino que es el álbum del dolor, nadie le toma fotografías al dolor, o quién tiene la foto de un familiar en el féretro? A uno no le toman fotos en los momentos de tristeza, todas las fotografías que tenemos encima de la mesa muestra nuestra sonrisa. Mientras que todos aquellos momentos tristes han quedado registrados en el álbum de nuestra mente y ésas imágenes no se borran tan fácilmente.
Mantenemos con el corazón atrapado en el pasado y aunque no lo podemos cambiar, recuerda que estamos en el presente. En el adulto que eres tú no puede seguir viviendo ése niño del pasado.
Al lado de todos los dolores que hemos visto hay otro, la realidad rosa. La violencia del mundo, la violencia de la naturaleza, la realidad de Colombia, las armas, la guerra, el secuestro. Toda esa violencia que nos amenaza, que nos hace sentir tanto miedo, toda la violencia de una naturaleza que no podemos controlar y que a pesar que estamos en el siglo XXI y tenemos tanta ciencia, todavía no la podemos controlar. La culpa, todo lo que no nos perdonamos, de aquello que hemos hecho o dicho, eso que no hemos perdonado de nuestro pasado, de lo que somos o de cómo somos. La enfermedad que destruye nuestros optimismos y nuestras esperanza, sin darnos cuenta es la culpa. La enfermedad por bobita que sea la enfermedad nos hace perder la confianza en nosotros mismos. La gente sencilla que sabe orar pide salud, porque si falta la salud nos volvemos dependiente, y uno enseñado a ser independiente, empieza uno a perder la memoria y los demás pierden la paciencia con uno, y uno siente que uno es un estorbo, una carga.
La vejez, que nos hace sentir que ya no somos fuertes, la vejez donde cada coyuntura te hace recordar que el tiempo te pasó por encima.
La ausencia, perder la gente que uno quiere. Recuerdo una película, donde muestra a un robot que logra adquirir los rasgos humanos y empieza a vivir, cien años, ciento cincuenta años, doscientos años… hasta que descubre algo terrible que él no había sentido antes: el dolor, el dolor de que nadie de los que ama permanece, se van. Todo se va, nada se queda. Los seres humanos nos hemos inventado pequeñas trampas para intentar atrapar el gozo… fotografiamos los buenos momentos, en un intento de atrapar a los hijos en un instante cuando eran preciosos, por retener a la hija cuando estaba en la fiesta de quince, por retener el recuerdo de mi mamá cuando todavía estaba joven y hermosa. Nada se queda, las fotografías se envejecen, el color se va gastando, las personas se marchan, las casa solo queda llena de fantasmas que nos hablan del pasado, (el jarrón de la abuela Griselda, el cuadro de mi abuelito Tulio, ah no se acuerda de estas servilletas que me regaló mi mamá cuando me casé, ah mire la bandeja de plata de la tía Elena que ya se murió) todos se van, los esposos se van, las esposas se van. Porque algún día todos seremos simplemente un recuerdo. Todo se va.
La muerte que es el final de todo, el muro con el que todo se estrella. El fracaso, el dolor, la decepción, la memoria herida, la enfermedad, la vejez, la muerte. Todos nacemos llorando, a todos nos llega puntual la visita del ángel del dolor, no siempre llega el ángel de la alegría, sino que siempre llega inoportuno el ángel del dolor. Todos tenemos golpes en la vida tan fuerte, yo no sé.
Una hermosa poesía se Cesar Vallejo, el poeta peruano dice así: <
De trampas y evasiones. Uno intenta escaparse del dolor.
Al dolor no se le puede hacer trampa.
Trampas y evasiones. La primera trampa que uno hace es negar el dolor. Al niño que se pone a pelear con amigo y le pegan fuerte y llega con los ojos llenos de lágrimas diciendo, no me dolió, no me dolió. Así somos nosotros. El muchacho que llega al colegio y dice: mis papás están separados pero a mí no me afecta.
La primera trampa que uno se hace es decir que no duele y sí duele.
Negar la gravedad del dolor. Decir por ejemplo: a la larga esto no tenía tanta importancia. << Nico encontró otra persona y rehízo su vida, como somos personas tan civilizadas me parece bien >> . no se puede negar la intensidad del dolor, el dolor siempre tiene la misma intensidad: la máxima.
Echarle la culpa a otra realidad, decir: es que la realidad del país, es que la crisis económica… o lo que dicen algunos jóvenes: <
Los escondites. Donde uno se esconde del dolor: primer escondite, los bienes materiales, uno se llena de cosas para no sentir dolor, las personas deprimidas salen a comprar. Los bienes materiales son el escondite privilegiado del ser humano, uno se esconde en sus cosas. No se enfrenta el dolor, simplemente se esconden detrás de las cosas, pero el dolor sigue ahí esperando a que tú salga.
Otro escondite son los placeres sensibles, así muchos se dedican desesperadamente a esconderse detrás de los placeres. De ahí que entre más desordenada esté una sociedad son más los sitios que hay para aplacar los placeres, así en las fiestas discotecas deben ser cada vez más desordenadas. Esta es la realidad de nuestras ciudades y de nuestra sociedad, donde lo único que importa son la satisfacción de los placeres, donde la jovencita de octavo grado se entrega al jovencito con el único deseo de satisfacer sus placeres. La sociedad del hedonismo, donde la gente tiene tanto dolor que se esconden detrás de los placeres. Y al lado del hedonismo están los vicios, para cuando viene el dolor viene el tapa roja. El dolor está unido al alcohol… pero cuando se pasa el guayabo el dolor ahí está quizá con un grado más alto que antes.
La amargura… cuál es la gente amarga? La que está llena de dolor, aquellos que tienen tanto mal en sí que ya no pueden ver bondad en nada, solo ver maldad y entonces cierran el corazón. Vemos mucha gente adulta amarga. Dentro de la profesión que estoy realizando encuentra mucha gente amarga, porque después de tantos años de dedicación y entrega uno tiene las manos vacías.
La desesperación. Una pequeña historia <
La desesperación es un escondedero, a una tristeza que donde sea nos arropa.
La huida, que nos hace darnos por vencido antes de tiempo. Muchos muchachos cuando ven que hay problemas en la casa simplemente huyen. Cuántas personas simplemente se van y no afrontan los problemas. Cuantos colombianos se van, se van a construir un país que ya está construido, en vez de construir este que está roto.
Al lado de esto la ira y la violencia, detrás de toda la violencia lo que hay es dolor, miremos el rostro de los guerrilleros y veremos que lo único que hay es dolor, algo que le destruyeron, hay en su mente el recuerdo de algo trágico y de ahí que lo manifiestes tomando armas y siendo violentos.
Lo último es la pregunta inútil, y es: por qué a mí?. Por qué se murió mi esposa? Por qué es mi familiar el que tiene que estar enfermo?... por qué me pasó justamente a mí?. Le pregunto a Dios, y no hallo respuesta, y queda en nuestra mente el por qué me has abandonado. Y nos quedamos sin respuesta, porque lo que tendríamos que habernos preguntado es algo totalmente diferente:
Recuerdo una serie de televisión llamada <
Con esta historia nos podemos encontrar con una cosa y es que la pregunta que hemos hecho, de por qué llega el dolor y la pregunta del por qué, es una pregunta inadecuada, ya que nos hace creer que el dolor tiene lógica. Miren, cuando uno le pregunta a Dios, a la vida, por qué yo sufro, por qué mi mamá se murió, por qué se murió mi hijo. Cuando uno se pregunta eso, uno está asumiendo algo, asume que en algún lugar existe una lógica interna, oculta de la realidad y que esa lógica interna, y oculta de la realidad, explica el por qué a mí me tocó vivir esta realidad. Por ejemplo: si mi hijo está enfermos es porque yo cometí un pecado y Dios me está castigando. Aunque uno no esté de acuerdo con el dolor sin embargo sería lógico un castigo, pero entonces uno repasa el propio corazón y dice: pero yo no he hecho nada malo. Por qué entonces Dios me castiga. Porque uno asume que la lógica del dolor es el castigo por algo que uno cometió, realizó…
Les adelanto una cosa: el dolor no tiene lógica, no se reparte, no le dan a unos más o a unos menos, toda creatura que viene a este mundo tiene dolor sin excepción. Dice el poema desiderata <
No tiene lógica, de hecho, el dolor es absolutamente irracional, porque lo racional es buscar lo agradable, lo gustoso, nadie en sus cabales busca el dolor. El dolor no tiene por qué.
Pero el dolor puede ser una oportunidad, como aquella en la que el caballero de bronce a punto de ser vencido, se levanta con las pocas fuerzas que le quedan y vence a su oponente, el caballero de plata que nunca había sido derrotado. Zenya nos demuestra que el dolor puede ser una escuela y una oportunidad para la sabiduría. Yo no sé si el dolor se quita, creo que el dolor no se quita, pero hay algo que sí sé y es que del dolor se aprende y el dolor se convierte en una escuela de sabiduría. El dolor nos hace fuertes, nos hace luminosos, el dolor despliega nuestras capacidades, capacidades que nosotros no sabíamos que existían. Hay historias que narran cómo una mamá fue capaz de levantar un peso superior al suyo para salvar a su hijo atrapado.
En el dolor descubrimos una fuerza que nosotros no sabíamos que teníamos. En los momentos de dolor descubrimos algo nuevo de nosotros. El dolor te puede enseñar tanto, en cada derrota puedes aprender de una manera tan maravillosa y así como el caballero de bronce podrás vencen antes de terminar el día a un caballero invencible como lo era el caballero de plata. Por eso vale la pena entran en las actitudes frente al dolor.
No nos dejes caer en la tentación
Actitudes ante el dolor.
1. Nunca preguntes por qué, pues el dolor no tiene lógica. Pregunta para qué.
No pierdas el tiempo que no vas a encontrar respuesta, nadie ni nada te la va a dar. La respuesta del por qué, es muy simple, como los niños dicen: porque sí.
yo le he preguntado muchas veces a Dios, por qué? , y la respuesta es porque sí.
Soy gordo porque sí. Soy flaco porque sí. Por qué se murió tu hijo, porque lo vivo se muere; por qué se enfermo tu hermano, porque lo sano se enferma. Porque la flor que hoy está preciosa, mañana estará marchita. Porque sí, no hay explicación.
Dios no castiga. Dios no castiga. El Evangelio lo dice. Dios no envió a su Hijo para condenarlo, sino para salvarlo. Lo que pasa con el castigo en muy bueno, con el castigo le echamos la culpa a Dios. Y cuando tenemos culpable uno se descarga, así las cosas no pesan tanto, maldito el que mandó ése cáncer, ampón ése que no evita la violencia…desgraciado ése que no salvó el matrimonio. Si culpas a alguien quizás ese alguien salga y de una explicación. Pero su culpas a Dios, Dios no se va a defender, ya le puedes cargar a él tus angustias, tus rabias, tus odios… ya encontraste a alguien a quien culpar.
Estamos en este único universo que nació de una primera explosión hace quincemil millones de años, y este planeta el tercer de nuestro sistema solar, posee vida porque un estrella murió. Vivimos en un cosmos en el que todo nace y en el que todo un día morirá. Nuestra hermosa estrella que hoy brilla dándonos luz y calor, algún día dentro de millones de millones de años se apagará, iluminará por una última mañana y luego se apagará, a lo mejor se vuelva en una gigante roca, o a lo mejor se vuelva una supernova… o a lo mejor de origen a un agujero negro por medio del cual lleguemos a una desconocida galaxia donde se encuentra una vida más hermosa que esta vida y un planeta más hermoso que este planeta. Todo nace y todo muere.
Lo sano se enferma, lo joven se envejece, lo viejo se muere, lo que está presente se va, entonces no pregunte por qué? Lo único que va hacer la pregunta es destruirte a ti, lo que debes preguntarte es: para qué? Para qué tengo este dolor, para qué?, a lo mejor saco alguna experiencia, alguna oportunidad.
De un accidente aéreo se salva solo una persona, no te pregunta por qué murieron todos los demás, sino para qué quedó vivo este, cual es la misión maravillosa que este tiene que realizar.
Algunos dicen, por qué estoy vivo, Señor por qué aún no me he muerto, si todavía tienes una hora de vida pregúntate más bien qué vas hacer con ésa hora de vida que te queda.
Si fueras al médico y te dice que tienes un cáncer extraño y solo te queda un mes de vida, la pregunta no va debe de ser, por qué? Sino que voy a hacer con ése mes de vida que me queda. Un joven diría: aprovecharía, y qué es ese aprovechar?, pues ir a tomar trago, buscarse a alguien e ir a la cama y ñanga ñanga. Un joven eso es lo que piensa. Yo le preguntaría si regresaría al colegio y la mayoría de los jóvenes dirían que no, pero no es así. Imagino que le dirían te quiero a todas ésas personas que aún no se los han dicho, intentarías hacer algo bueno e irían al colegio, porque querría estar hasta último momento con los compañeros.
Si te queda un minuto, para qué?, si te queda alguien, para qué?
Se te acabo la salud, aun te quedan las manos. Hay gente que pinta con los pies, hay alguien que toca guitarra con los pies, el mayor físico teórico de la humanidad solo tiene movimiento en dos dedos, nisiquiera puede hablar y con esos dos dedos con los que maneja un computador ha escrito dos obras maravillosas para la ciencia.
Pregunta para qué?
Levántate y pregunta: qué quiere la vida de mi, porque es como un juego que aún no se ha terminado y tu creíste haber llegado a la última etapa y acabas de sacar cenas, la vida no ha terminado.
2. Aceptar la realidad: las cosas son como son.
Hay una historia de un campesino chino que tenía un caballito en todas sus faenas, un día el caballito se le fue para la selva, todos los campesinos de la aldea que eran muy unidos fueros a expresar su sentimiento porque el caballito se le había ido. Este sin embargo solo dijo: mala suerte, buena suerte, quién sabe?. Unas semana después el caballito regresó con una manada de caballos salvajes detrás, y una vez más todos los vecinos de la aldea que eran muy unidos, fueron a felicitar al campesino chino, el cual solo dijo: buena suerte o mala suerte, quién sabe?. Al cabo de un par de días el hijo mayor del campesino chino, que le ayudaba en todas las actividades del campo se puso a domar uno de los caballos pero fue derribado violentamente del caballo y se partió una pierna. Todos los vecinos de la aldea que eran muy unidos fueron a visitar el campesino chino para lamentar lo sucedido, a lo que dijo el campesino: mala suerte, buena suerte, quién sabe?. Unos días más tarde llegaron, los hombres del emperador reclutando jóvenes para el servicio militar, y al encontrar al joven incapacitado por la fractura, lo dejaron en paz, en cambio se llevaron a los demás jóvenes de la aldea. Todos los vecinos de la aldea que eran muy unidos, fueron a casa del campesino chino para congraciarse con él, a lo que una vez más dijo: mala suerte, buena suerte, quién sabe?. Dos años después llegó la noticia de que el emperador había nombrado capitanes a los jóvenes de aquella aldea y los había desposado con sus hijas que eran las más hermosa del reino. Todo los vecinos de la aldea que eran muy unidos fueron donde el campesino chino, para expresarle su pesar porque si hijo no había gozado de este privilegio de tener un hijo capitán y de no haber emparentado con el emperador, a lo cual él respondió: mala suerte, mala suerte, umm, quiés sabe? Cinco años después estalló lo guerra contra el Japón, todos los jóvenes de aquella aldea ilustres capitanes, murieron cruelmente en aquella guerra, y los vecinos de la aldea que eran muy unidos fueron donde el campesino chino, para felicitarlo, porque él había conservado a su hijo con vida. Y este una vez más dijo: mala suerte, mala suerte, quién sabe?.
Como sabe ustedes que algo es bueno es bueno y algo que es malo es malo?
Buena suerte, mala suerte, quién sabe?
La muchachita que se quedó con el mejor partido, que envidia porque se llevó el mejor partido, pero resulta que ése mejor partido le resulto borracho y drogadicto, en cambio a usted que le tocó el tuerto, apelotardado, resultó siendo un buen marido. Mala suerte, mala suerte, quién sabe? Tu qué sabes.
Tienen una enfermedad, pero no sabe lo que vas a aprender. Tienes un cáncer, sientes dolores insoportables, eres un peso para tu familia. Cada una de las personas que ha muerto de cáncer, le ha mostrado a la humanidad que se tiene que luchar contra el cáncer, y un día tendremos la cura contra el cáncer y lo curaremos como se cura una diarrea. ( en esto se hacen avances, como la virus terapia en el cual se está trabajando).
Acepta el dolor. Aceptar qué? Aceptar lo que somos, no somos lo que soñamos ser, simplemente somos lo que somos. Entre más te resistas en aceptar lo que eres, más dolor vas a tener.